El C. I. A. triunfa
Alan CarsonMe largué a París después de recibir instrucciones de Gibbons. No voy a aburrirle contándole toda mi aventura en la capital francesa. Encontré a Renata Ven Horch. Se acordaba de mí. Hablamos de los viejos tiempos de la postguerra de Alemania… Era una esquizofrénica con sed de venganza. A su padre lo habían ahorcado en Nuremberg y ella no olvidaba. Pero también era muy bonita y hasta creo que, a su modo, yo la interesaba un poco. No se alarme, patrón, no voy a ponerme sentimental. Deshice todos sus manejos, me cargué a un tal Krazer, que era su jefe inmediato o algo así, descubrí lo que se traían entre manos; un asunto de envergadura, por cierto. Y al final, en una lucha contra dos de sus esbirros, en la propia casa de Renata, me deshice de uno de ellos y quedé a merced del otro. La propia Renata había dado la orden de que me liquidaran y sin embargo… disparó contra su compinche, cuando vió que éste me iba a matar. El sujeto tuvo tiempo de revolverse, herido de muerte, y la metió dos balazos en el cuerpo.